Hace unos días tuve la oportunidad de tener un diálogo con el presidente de la República de El Salvador, Nayib Bukele, el cual, sin duda alguna, se ha convertido en un gran líder latinoamericano, ya que ha demostrado que, con una política de tolerancia cero, no solo con la delincuencia, sino con todas las actividades delictivas, se pueden mejorar los índices de calidad de vida y reducir la desigualdad, además que generar confianza en la ciudadanía en tanto más del 85 % de la población aprueba su gestión.
Se le debe sumar otro gran logro: conseguir que los inversionistas nacionales y extranjeros encuentren posibilidades reales y tangibles de crecimiento en este pequeño país centroamericano, convirtiéndolo en uno de los grandes atractivos de la región.
Uno de los temas que tuve la oportunidad de tocar con el presidente Bukele fue el análisis y diagnóstico de su país, en el que pasó de ser una democracia casi fallida, a una democracia fuerte, respetando el estado de derecho y promoviendo la seguridad ciudadana como base fundamental de la convivencia.
Esto me hizo recordar una situación muy similar que ocurrió en nuestro país, en el contexto del primer periodo presidencial del expresidente Uribe. En ese momento tan caótico que vivía Colombia, la ciudadanía entendió que alrededor de una figura que liderara un cambio social profundo, se podía recuperar (si alguna vez había habido) la confianza en las instituciones.
En ese momento Colombia comenzó a ser un referente mundial y “se puso en el mapa”, para decirlo de una manera coloquial. Más del 80 % de los colombianos sabíamos que las cosas iban por buen camino y esa división interna que teníamos, empezó a ceder, y el país que éramos, cambió totalmente para bien.
Lastimosamente, no fuimos capaces de darle una continuidad responsable, y esa política coherente que habíamos logrado, se convirtió en una feria de clientelismo, corrupción y en una cuna de favores políticos. Esto nos llevó a la situación actual: una Colombia completamente dividida, las regiones olvidadas y la clase política completamente desconectada de la realidad del país.
Al día de hoy no solo los líderes políticos se deben unir para conseguir revertir los malos momentos. La ciudadanía, los gremios económicos y el empresariado en general, nos debemos unir para lograr sembrar ese camino que nos brinde la posibilidad de buscar el bien para todos los colombianos.
Tenemos que incluirnos, incluso, los que desde las columnas de opinión expresamos nuestras inquietudes a tantas situaciones y proponemos cosas para subsanarlas.
Yo quiero seguir siendo optimista y quiero que la famosa Paz Total, que quiere implementar el actual gobierno como política de estado, tenga los resultados que ellos y todo el país sueña. Tendremos que comprometernos aún más con el tema, pues oportunidades así no se dan todos los días.
Sin embargo, para lograr los objetivos planteados, el Gobierno Nacional se debe comprometer también a implantar una política de cero tolerancia a la reincidencia, ya que esto se vería reflejado en la desconfianza ciudadana frente a la institucionalidad y si esto se quebranta de nuevo, podríamos estar al frente de la frustración y el caos más grande que hayamos podido sentir como colombianos desde los poco efectivos procesos de paz con los paramilitares, el EPL y las Farc, por no mencionar otros.
Para lograr esa Paz Total tenemos que iniciar, como lo recomienda acertadamente el presidente Bukele, por nuestras nuevas generaciones, las cuales deben ser instruidas de nuestra historia, siempre con objetividad y no con sesgos ideológicos como desafortunadamente ha venido ocurriendo en los últimos lustros.
Así lo he manifestado mencionando que unas organizaciones, que no tienen intereses distintos a su propio interés político, como por ejemplo Fecode y los profesores universitarios que modificaron la manera de contar la historia política del país a las nuevas generaciones, se han encargado de distorsionar la realidad.
Ha sido todo un plan macabro, promovido, incluso, de organizaciones internacionales como el Foro de Sao Paulo, para que, en países como Argentina, Colombia, Brasil y Chile, se creara una falsa verdad de las derechas latinoamericanas, acusándolas infamemente de crímenes y delitos por el simple hecho de ser derechas.
Situación que han sabido visibilizar de una manera perfecta, utilizando desde el voz a voz ciudadano, hasta los grandes medios de comunicación y redes sociales para difundirlo y que, por el contrario, la derecha no ha sabido contrarrestar, así tenga todas las herramientas y argumentos para hacerlo.
El principio de neutralidad ideológica para describir las situaciones que hemos vivido a lo largo de nuestra historia debe primar y debe ser fundamental para su enseñanza.
Presidente Petro, como colombiano, espero que su propuesta de Paz Total sea por fin un sueño cumplido para todos los colombianos; esto solo puede salir bien si promueve cero tolerancia con la reincidencia y con el cumplimiento de las leyes. Y creo que este camino, de alguna forma, lo abrió el actual ministro de justicia cuando manifestó que los gestores de paz que no cumplan su labor dentro del marco de las leyes, regresarán a las cárceles. Ese es un ejemplo claro de Paz Total y cero tolerancia. Espero y esperamos que lo cumpla.
Como dice una frase muy famosa en términos políticos: “el que no conoce su historia está condenado a repetirla”. Ojalá no estemos lamentando esto en los próximos años, aprendamos de las frustraciones ya vividas.
Usted sabe que más de la mitad de los colombianos no estamos de acuerdo ni nos identificamos con muchas de sus ideas; sin embargo, hoy es usted el responsable de que recuperemos el camino, y si a usted le va bien con sus ideas respecto de la Paz Total, nos irá bien a todos los colombianos.
A todos los amigos lectores, un 2023 lleno de éxitos. Esta columna volverá en la segunda semana de enero del próximo año.
Fuente : El Tiempo , Linda Rodríguez