El impasse generado por el anuncio relacionado con el acuerdo sobre el cese bilateral del fuego, dio lugar a un incipiente asomo de crisis del proceso de negociación entre el gobierno de Gustavo Petro quien, con sus proyectos de convivencia y sostenibilidad, busca un cambio histórico decisivo en la estructura sediciosa del Eln.
Esta circunstancia paradójicamente ha servido para medir el fuerte respaldo ciudadano y, al tiempo, la acogida internacional al proyecto de ‘paz total’, reestudiar las rutas trazadas al proceso y caracterizar los puntos centrales de la legislación que le confiere legitimidad y crea márgenes de confianza interpartes.
Esta “pausa” permitirá repensar las circunstancias político sociales en las que se presenta el proceso y plantear los ajustes correspondientes a la agenda de negociaciones con base en la historia territorial, las estadísticas del conflicto y recomponer la presencialidad de (todos) los contingentes en armas; ello será posible ahora cuando las conversaciones se reanuden el próximo 23 de enero en México.
La historia del Eln ha estado más orientada a su trabajo con los sectores agrarios, la minería ilegal, el narcotráfico con fuerte anclaje militar, en desmedro de la acción política con el movimiento de masas urbano y socio-laboral; ya lo ha escrito Martha Harnecker: “los llamados elenos se han concentrado exclusivamente en la cuestión militar por sobre los temas políticos, en la vorágine terrorista, el secuestro económico y en la destrucción de bienes públicos”.
Todos estos factores históricos tendrán que ser puestos sobre la mesa en la fase final de negociaciones que, de acuerdo con los últimos movimientos, va en vía de consolidarse.
Y, según el reputado Centro de Pensamiento Insight Crime, también en la extracción ilícita de hidrocarburos, la deforestación indiscriminada y la consiguiente siembra de coca, el problema del caudillismo reflejado en su fundador, Fabio Vásquez Castaño, la falta de democracia interna en su seno y, por último, la dolorosa ejecución de numerosos compañeros de armas “sin haberles hecho un juicio razonable con las pruebas claras de traición o delación en la mano”.
Tras su surgimiento, el 07 de enero de 1965 —con la toma de Simacota (Santander)—, inspirado en el Movimiento cubano 26 de Julio, integrado por estudiantes y religiosos que pregonaban en sus panfletos que “la única manera de llegar al poder era por medio de las armas” y consideraba a las luchas de reivindicación social como “una claudicación”.
En su revista, cuentan ellos mismos que bajo esas concepciones ideológicas, en sus primeros años el Eln cometía asaltos a cuarteles policiales, prácticas de sabotaje, pero esencialmente sobrevivían. En 1973 los elenos quisieron tomarse el pueblo de Simacota, copiando su accionar en la noción del asalto sangriento a Anorí. “Pero Anorí fue la derrota trascendental, pues —según Rafael Ortiz— encarnó casi su desintegración al sufrir la persecución sistemática de las fuerzas del Estado. Incluso en el año 1978 se consideró el más crítico de la vida del Eln, debido a que “en ese momento la guerrilla elena se redujo a 36 hombres en combate”.
El Eln cuenta con cerca de seis mil integrantes, en al menos 180 municipios de Colombia, incluyendo redes de milicianos infiltrados en las principales ciudades del país. A partir de su tercera reunión de responsables en 1978, fue conformada una nueva Dirección Nacional a cargo de los Frentes más importantes: Camilo Torres, Domingo Laín y José Antonio Galán. Si bien el Eln pudo crecer en ciertas zonas, nunca logró ser un movimiento amplio de masas, mientras en las zonas urbanas no alcanzó a desarrollar un trabajo político concreto.
La visión militarista del Eln ha predominado en sus acciones, al tiempo que manifestaban que la consigna de `todas las formas de lucha´ nunca caló hondo en el seno de esa estructura guerrillera. Esta predisposición fue uno de los argumentos planteados por la Corriente de Renovación Socialista para desvincularse de los elenos a inicios de 1991, dejando las armas tres años después.
En la actualidad, el principal órgano decisorio del Eln es el Comando Central (COCE) compuesto por cinco comandantes. Luego está la Dirección Nacional (DINAL), integrada por 23 representantes de cada Frente de Guerra, principales estructuras de combate.
Los principales bastiones del Eln son los departamentos del Chocó, Bolívar, Norte de Santander y Arauca, allí controlan parte del narcotráfico, el contrabando y la extorsión. En menor medida también tienen presencia en Antioquia, Cesar, Cauca, Valle del Cauca, Nariño y Vichada. Todos estos factores históricos tendrán que ser puestos sobre la mesa en la fase final de negociaciones que, de acuerdo con los últimos movimientos, va en vía de consolidarse como apuesta final por la ‘paz total’.
Fuente : El Tiempo , Johan López