Una capa de hielo de un kilómetro y medio de espesor desapareció en Groenlandia hace unos 416.000 años, durante un período de calentamiento natural moderado.
Los resultados contradicen la visión de larga data de que la isla más grande del mundo fue una fortaleza de hielo impenetrable durante los últimos 2,5 millones de años y muestran, en cambio, que será mucho más vulnerable de lo que se pensaba al cambio climático provocado por el hombre.
“Si queremos entender el futuro, tenemos que entender el pasado”, dijo a la AFP Paul Bierman, científico de la Universidad de Vermont, en Estados Unidos, y codirector del artículo publicado en la revista Science. La investigación se basó en un núcleo de hielo extraído a 1.390 metros bajo la superficie del noroeste de Groenlandia por científicos de Camp Century, una base militar confidencial que estuvo en funcionamiento en la década de 1960.
El tubo de tierra y roca, de 3,6 metros de largo, estuvo olvidado en un congelador hasta que fue redescubierto en 2017. Los científicos quedaron atónitos al enterarse de que no solo contenía sedimentos, sino también hojas y musgo, evidencia irrefutable de un paisaje sin hielo, quizás cubierto por un antiguo bosque por el que habrían deambulado mamuts lanudos.
Una Groenlandia verde
Aunque los investigadores se vieron privados durante décadas de acceder a la precisada muestra, Bierman afirmó que en cierto modo fue “providencial”, ya que las técnicas de vanguardia utilizadas para datar el núcleo son muy recientes.
Entre ellas destaca la “datación por luminiscencia”, que permitió a los científicos determinar la última vez que el sedimento enterrado bajo la superficie terrestre estuvo expuesto a la luz solar.
“A medida que el sedimento se entierra bajo la superficie, la radiación de fondo del suelo rellena los pequeños agujeros o imperfecciones de minerales como el cuarzo o el feldespato, y acumula con el tiempo lo que llamamos una señal de luminiscencia”, explicó a la AFP Drew Christ, coautor del estudio.
En un cuarto oscuro, los científicos tomaron tiras interiores del núcleo de hielo y las expusieron a luz azul-verde o infrarroja, dejando libres a los electrones atrapados que forman una especie de reloj antiguo que muestra la última vez que estuvieron expuestos a la luz, lo que borra la señal de luminiscencia
“Y la única forma de hacerlo en Camp Century es eliminar un kilómetro y medio de hielo”, explicó Tammy Rittenour, otro de los coautores de la investigación, de la Universidad Estatal de Utah. “Además, para tener plantas, hay que tener luz”.
La datación por luminiscencia proporcionó el punto final del período libre de hielo, si bien el de partida provino de otra técnica. En el interior del cuarzo hallado en el núcleo de Camp Century, se acumulan formas raras -llamadas isótopos- de los elementos berilio y aluminio cuando el sedimento se expone al cielo y a los rayos cósmicos.
Observando la proporción entre las formas normales de estos elementos y los isótopos raros, los científicos pudieron deducir cuánto tiempo estuvieron las rocas en la superficie y cuánto tiempo permanecieron enterradas. Descubrieron que los sedimentos quedaron expuestos durante menos de 14.000 años, lo que significa que ese fue el tiempo que la zona estuvo libre de hielo.
Ciudades costeras en peligro
El núcleo de Camp Century se tomó a solo 1.200 kilómetros del Polo Norte y su estudio permitió mostrar que toda la región habría estado cubierta de vegetación. Esto ocurrió en una época de calentamiento natural denominada período interglaciar, cuando las temperaturas eran similares a las actuales, en torno a 1-1,5 °C más cálidas que en la era preindustrial.
La simulación realizada por el equipo de investigadores demostró que el derretimiento de la capa de hielo habría provocado una subida del nivel del mar de entre 1,5 y 6 metros en aquella época. Esto sugiere que todas las regiones costeras del mundo, hogar de múltiples núcleos de población mundial, corren el riesgo de quedar sumergidas en los próximos siglos.
Joseph MacGregor, científico del clima de la NASA, quien no participó en el estudio, señaló que el periodo interglaciar que calentó Groenlandia durante este lapso duró decenas de miles de años, mucho más de lo que el ser humano ha inducido hasta ahora.
Aun así, “hemos superado con creces la magnitud del efecto inductor de los gases de efecto invernadero de entonces”, dijo. Los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera, que atrapa el calor, son actualmente de 420 partes por millón (ppm), frente a las 280 ppm del periodo sin hielo de Groenlandia, y permanecerán en los cielos durante miles de años.
“Estamos haciendo un experimento gigantesco en la atmósfera de la Tierra, y no conocemos los resultados”, comentó Bierman. “No me lo tomo como ‘Dios mío, el cielo se está cayendo’, me lo tomo como que tenemos que ponernos en acción”.
Fuente : Semana , María Arias