Los ciudadanos de Chile rechazaron en las urnas el proyecto de constitución elaborado por una asamblea constitucional cuyas mayorías eran favorables al presidente Boric, quien, por cierto, acogió con prontitud y buen talante el resultado de los comicios. Sin embargo, nuestro gobernante emitió un trino censurando la miopía del pueblo chileno, actuación que suscitó criticas de alto nivel en ese país. A raíz de la condena judicial por delitos de corrupción de la señora Kirchner, los presidentes de México y Colombia descalificaron esa sentencia, atribuyéndola, como lo hicieron la vicepresidente argentina y sus seguidores, a una persecución del poder judicial. El presidente del Perú decide dar un golpe de Estado: nada menos que el cierre del Congreso, la autoatribución de facultades que la Constitución no le concede y la suspensión indefinida de sus cláusulas. El Congreso, a su vez, en ejercicio de facultades que sin duda le pertenecen y que ha utilizado en otras ocasiones, destituye al presidente Castillo. En este caso fueron varios los trinos de Petro y su sentido un tanto confuso.
Varios factores en común tienen estos episodios. (i) Los asuntos a los que refieren son de naturaleza interna: decisiones de los ciudadanos en comicios públicos, actuaciones de la justicia, de un presidente golpista y la consecuencial del Congreso que lo destituye; (ii) todos ellos carecen de implicaciones en las relaciones de esos países con el nuestro; (iii) las intervenciones de nuestro presidente están encaminadas a defender los intereses de mandatarios afines; (iv) el medio utilizado es el mismo: trinos que pueden ser leídos por cualquiera en el universo cibernético, incluso sin que los gobiernos de esos países, a los que corresponde la representación internacional de sus estados, reciban comunicación oficial alguna conforme a las reglas mínimas de cortesía elaboradas a lo largo de centurias por la comunidad internacional.
Estas actuaciones de nuestro gobierno resultan claramente violatorias del deber de abstención que gravita sobre los estados de participar, por cualquier medio que fuese -no exclusivamente por vías militares-, en los asuntos internos de otros. Glosar actuaciones de los poderes propios de las autoridades de otros países cae, por lo tanto, dentro de esa prohibición. Dice el tratado constitutivo de Naciones Unidas que “Ninguna disposición de esta Carta autorizará a las Naciones Unidas a intervenir en los asuntos que son esencialmente de la jurisdicción interna de los Estados”. Es evidente que esa prohibición gravita también sobre los estados miembros. Lo que no puede hacer la colectividad de los estados, menos está al alcance de alguno de ellos en particular.
El sesgo ideológico de las actuaciones de Petro en asuntos ajenos proyecta una indeseable sospecha sobre su compromiso con nuestras propias instituciones. Podría ocurrir, por ejemplo, que futuros comicios le parezcan fraudulentos como lo sostuvo, con endebles argumentos, cuando perdió las elecciones presidenciales de 2018. Las de este año se celebraron bajo las mismas reglas e instituciones, y en un contexto político semejante a las de aquel año; nadie, con argumentos sólidos, las ha cuestionado. ¿Que hará en el futuro si llegare a perder, por ejemplo, en los comicios regionales del año entrante?
De otro lado, cabe preguntarse de qué le sirve a Colombia generar factores de mortificación en otros países con los que tenemos vínculos profundos que trascienden los ciclos presidenciales. El precedente creado infortunadamente es de doble vía: gobiernos extranjeros bien podrían, incluso mediante trinos, glosar las actuaciones de nuestros jueces en un tema tan sensible como la denominada ‘paz total’. Me resisto a creer que nuestro mandatario esté buscando aliados extranjeros para futuras contiendas domésticas.
Por supuesto, no puede caerse en la ingenuidad de creer que en la calidad y naturaleza de las relaciones internacionales no influyan las afinidades entre los gobernantes. Es comprensible que Petro busque posicionarse como un líder de la izquierda latinoamericana, quizás el mayor de ellos. Pero tendría que ser consciente de que nos representa durante un periodo acotado. Cuatro años, y chao. Debería pensar, como el buen gobernante que anhela ser, con una visión de largo plazo.
Si Petro tiene preocupaciones graves sobre la estabilidad de la democracia en algunos países de la región, está a su alcance solicitar la puesta en marcha de los mecanismos contemplados en la Carta Democrática, un mecanismo de singular valor adoptado en el seno de la Organización de Estados Americanos. Podría hacerlo solo, en conjunto con otros países de la región, en el seno de una asamblea extraordinaria o en una reunión de consulta de los ministros de relaciones exteriores de los países miembros. En cuanto a los instrumentos para comunicarse el repertorio es amplio: conversaciones directas con sus homólogos, mensajes entregados por nuestra Cancillería a los embajadores acreditados en Bogotá, etc. Solo que la emisión de trinos para la conducción de las relaciones exteriores de la Republica es una opción reprochable. Que ese no sea su legado, presidente.
Extenuado por los acontecimientos de este año extraordinario, este columnista se declara en vacaciones por unas cuantas semanas. Avanza en la lectura de las memorias de Enrique Krauze, el gran intelectual e historiador liberal de México. Lo esperan Revolución, la última novela de Pérez-Reverte, y las comedias de Aristófanes, el único escritor cómico de la antigüedad clásica cuya obra ha sobrevivido. Quiere leer de a poco a Rafael Cadenas, quien en la cumbre de sus noventa años ha recibido el Premio Cervantes. Y allá, en lontananza, Guerra y paz. Tiene una bella edición en dos tomos que le hace guiños desde su biblioteca.
Briznas poeticas. Rafael Cadenas, cumbre de la poesía hispánica: “Lleguemos a un acuerdo, poema. / Ya no te forzaré a decir lo que no quieres / ni tú te resistirás tanto a lo que deseo. / Hemos forcejeado mucho. / ¿Para qué este empeño en hacerte a mi imagen / Cuando sabes cosas que no sospecho? / Líbrate ya de mí. / Huye sin mirar atrás. / Sálvate antes de que sea tarde”.
Fuente : Johan López