Ucrania recuperó una pequeña aldea de su territorio. Sin embargo, ahora es un pueblo fantasma.
Entre escombros y las pocas casas que siguen en pie, perros y gatos errantes buscan restos de comida.
Quedan una treintena de habitantes en Grakové, que tenía 800 antes de la guerra.
En el andén de la carretera que llega al pueblo desde Járkov yacen vehículos destrozados por las explosiones o aplastados por tanques.
Minas desactivadas esperan a ser retiradas al lado del asfalto y una grúa remolca un vehículo militar tomado a los rusos hacia la retaguardia de las líneas ucranianas.
En dirección opuesta circulan vehículos blindados que transportan a grupos de soldados hacia el frente. A lo lejos siguen resonando los disparos de artillería.
Sospechas de torturas y ejecuciones
En el pueblo, la policía y la fiscalía de la región de Járkov proceden a exhumar dos cuerpos.
Las autoridades sospechan que fueron víctimas de un crimen de guerra. Son dos hombres de unos 30 años que habrían sido torturados y ejecutados antes de ser enterrados.
Serguii Lutsai, vecino de Grakové, explica a la prensa que enterró los cuerpos bajo la amenaza de soldados rusos armados en marzo, poco después del inicio de la invasión lanzada el 24 de febrero.
“Vinieron a mi casa, estaba con mi padre de 70 años. Tenía miedo de que lo amenazaran”, explica Lutsai. “Me dijeron que los acompañara para cavar un agujero”, dice a la veintena de periodistas llevados en bus por la policía.
La investigación, dirigida por la fiscalía, deberá establecer las causas y las circunstancias de la muerte de los dos hombres a través de las autopsias y del principal testigo, Serguii Lutsai, explica a AFP un miembro del equipo de su oficina, que desea mantenerse en el anonimato.
Torres y cables de electricidad tirados en el suelo, casas destrozadas y cráteres en el camino. Dos días después de la reconquista ucraniana del pueblo de Grakové, las heridas de los combates son todavía bien visibles.
“Fue aterrador, hubo bombardeos y explosiones por todas partes”, explica Anatoly Vasiliev, un vecino de 61 años, sobre los combates que terminaron el miércoles con la expulsión de los soldados rusos de esta localidad del noreste.
Ante la iglesia cuyo campanario quedó atravesado por un proyectil, el hombre, con su bicicleta al lado, explica la ocupación rusa a los periodistas llegados de Járkov bajo escolta policial.
Los soldados rusos “pasaron por el pueblo, algunos saludaban”, recuerda. “Tomaron los teléfonos móviles, pero yo pude conservar el mío escondiéndolo para poder comunicarme con mi familia”.
Preguntado por los malos tratos de los que se acusa a las fuerzas ocupantes, Anatoly responde no haber visto nada.
Según Serguii Bolvinov, adjunto del jefe de la policía de la región, Lutsai vio que las víctimas “tenían heridas en la nuca” y que “sus orejas estaban cortadas”.
Lutsai no quiere confirmar esto a la prensa.
Otras partes del municipio todavía no han sido rastreadas, con lo que podrían aparecer indicios de otros crímenes, dice Bolvinov.
“Esta no es la única prueba de las atrocidades cometidas por los rusos, hay otros dos sitios como este en el pueblo. Los vamos a investigar”, asegura.
Los policías que acompañan a los periodistas el viernes fueron advertidos que el municipio todavía no había sido desminado y que era peligroso salirse de la ruta o entrar en las casas abandonadas.
En las últimas jornadas, las fuerzas ucranianas anunciaron importantes avances territoriales en la región de Járkov, fronteriza con Rusia, donde aseguran haber penetrado en las defensas enemigas gracias a una ofensiva lanzada la semana pasada.
El viernes, el ministerio ruso de Defensa anunció el envío de refuerzos en esta región y difundió un video de camiones militares que transportaban cañones y vehículos blindados.
Fuente : Linda Rodriguez